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El momento del desconcierto y el malhumor



La reciente decisión del juez Concepción Carhuancho, estableciendo la prisión preventiva hasta por 18 meses a los directivos de las empresas constructoras nacionales vinculadas a Lava Jato, marca un nuevo momento en la acción del Ministerio Público y del Poder Judicial en esta materia. Los distintos actores involucrados en la penosa película de la corrupción están sorprendidos, el fujimorismo incluido, es decir, el actor más relevante de la coyuntura actual.
Aparentemente, la resolución del juez le restaría fuerza al partido naranja, que en las últimas encuestas, registraba ya el costo político de su arremetida contra el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional. La aprobación de su lideresa cayó 5 puntos, a 34% en noviembre, entre otras cosas porque la opinión pública mayoritariamente cree que el enfrentamiento con Pablo Sánchez es en venganza por las investigaciones a Keiko Fujimori y Joaquín Ramírez. Es claro, sin embargo, que la prisión preventiva de distintos empresarios de la construcción, es también respuesta a la presión de Fuerza Popular, que por la vía de acusarlos, rompió «palitos» con un sector que frecuentemente apoyó a esa agrupación, optando más claramente por acercarse / representar a parte importante de aquellos a quienes Francisco Durand denomina grupos emergentes o provincianos, que son crecientemente parte de la nueva trama de poder nacional.
En otras palabras, todo indica que el fujimorismo continúa en su objetivo de llegar al gobierno, por el momento el 2021. Su reciente embestida contra otros poderes del Estado, más allá de una demostración de fuerza, apunta a contar más temprano que tarde, con la institucionalidad sumisa a la que están acostumbrados y requieren. Ciertamente, la debilidad del Presidente les facilita las cosas, pero lo que es más importante, les puede adelantar su cronograma. Denunciado recientemente por el congresista Dammert en el marco de Lava Jato, su burocrática respuesta hace más difícil su situación.
De esta manera, no debe sorprender que los empresarios, entrevistados en el CADE reciente, le adjudicaran un 63% de desaprobación, entre otras cosas, por haber sido el apóstol de las «cuerdas separadas», que ellos mismos alentaron y alimentaron durante largos años. El desánimo que se observó en dicho evento, es reflejo pálido del desconcierto de este sector por la manera en la que se está desarrollando el caso Lava Jato y más ampliamente los «destapes» cotidianos sobre la corrupción en el país que, por ejemplo, alcanzan a municipalidades distritales enteras.
Ese desconcierto convive con el malhumor y la distancia creciente de la gente que observa como buena parte de la clase política, de derecha y de izquierda, es parte de un problema y un espectáculo que profundiza el vaciamiento de contenido de la democracia. Como es obvio, incluso el fujimorismo teme que el relativo y cínico manejo que muestran hasta hoy, se le escape de las manos. Su nerviosismo se evidenció en las declaraciones de la congresista Úrsula Letona hace unos días al decir que Odebrecht ofreció dinero a Keiko para su campaña, abriéndole un nuevo «flanco» a su lideresa –José Chlimper y Joaquín Ramírez son los otros–, a pesar de su esfuerzo por negar lo dicho.
Así las cosas, el «control de daños», cada vez más difícil a estas alturas, les interesa hoy por igual a Keiko, PPK y al silencioso García. Sin embargo, a unos más que a otros, se les está escapando de las manos. El manejo de fiscales y jueces no parece tan monolítico como creían. Por el momento, cierran filas en defensa de la autonomía de poderes, pero recordemos que el proceso de cambios en dichas instituciones, no está lejano.
La eventual condición de colaborador eficaz de Barata, cada vez más cercana, empieza a llevarlos a cometer errores groseros. Porque el malestar de la población aún no se manifiesta en movilización y demanda, la situación aún puede prolongarse, en un escenario en el que la mayoría de las fuerzas políticas están más preocupadas por las futuras elecciones regionales y municipales y por el espejismo de sus pequeños poderes, sin percatarse de la profundidad de la crisis, que a la larga puede llevárselos de encuentro a todos.

desco Opina / 7 de diciembre de 2017

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