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¿Cuesta abajo en la rodada?



La reciente encuesta de GfK publicada por La República registra tres datos importantes: la caída de la intención de voto de Kuczynski y García, acompañada por la consolidación de la intención de voto por Keiko Fujimori; el significativo aumento de quienes creen que las elecciones del 2016 se decidirán entre ellos tres; así como el número creciente de quienes hoy piensan votar en blanco o viciado. El entusiasmo que estos resultados podían generar en una derecha, dedicada los últimos meses a demoler al gobierno y las izquierdas –en los dos casos ayudados por la precariedad de ambos–, se ha visto ensombrecido por el comportamiento del fujimorismo en el conflicto generado alrededor del lote 192 en Loreto, que les recordó el carácter pragmático y oportunista de aquél, evidenciando que su candidata no es lo moderna que quisieran creer.
En este marco, en el que los indicios para un proyecto conservador autoritario empiezan a aparecer bajo las formas aparentemente contradictorias de los sucesivos pronunciamientos en defensa del cardenal Cipriani y de la censurable campaña «Chapa tu choro y déjalo paralítico», distintos sectores de la sociedad parecen agotar sus expectativas de encontrar un candidato del centro a la izquierda, capaz de alterar el escenario electoral y salir de la guerrilla fratricida en la que se encuentran envueltos.
Quienes defienden al primado de la Iglesia Católica, tratan de hacernos creer que éste, demostrado plagiario «por falta de espacio», es atacado por su «infatigable defensa a favor del respeto de la vida humana desde la concepción, el matrimonio, la familia y la difusión y vigencia de la doctrina y las tradiciones cristianas, así como de la Paz del pueblo peruano», apoyando así las reacciones conservadoras que aquél alienta contra la unión civil, el aborto en caso de violación y el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, olvidando además, que se trata del mismo personaje que señaló que los derechos humanos son una cojudez. Los promotores de «Chapa tu choro», por su lado, evidencian, de manera bárbara y extremadamente peligrosa, el hartazgo y la desesperación de sectores de la población, cotidianamente afectados por la delincuencia y la incapacidad del Estado para hacerle frente.
Mientras tanto, las dificultades de nuestra economía se acrecientan y los síntomas de la crisis empiezan a manifestarse. La devaluación del sol, continúa aún lentamente por la intervención del BCR a un alto costo, pero parece lejos de detenerse; el incremento de los precios empieza a sentirse, todavía discretamente; los despidos en los sectores más afectados por la situación internacional se van multiplicando y, como es obvio, la inversión privada sigue retrayéndose mientras la inversión pública cada vez más centralizada, evidencia su ineficiencia. El Ministro de Economía, tratando de ocultar su incapacidad y justificar su proyecto de presupuesto 2016 que concentra el 75% de recursos en el nivel central, insiste en responsabilizar a los gobiernos descentralizados y trata de hacernos creer que el gobierno nacional ha mejorado su capacidad de gasto, obviando que al 31 de agosto, sectores claves de su gabinete (salud, educación, vivienda, desarrollo social y ambiente, entre otros) no habían ejecutado ni el 27% de sus recursos en proyectos.
Si a ello le añadimos la inminencia del fenómeno de El Niño, de cuyos estragos estamos advertidos, tenemos un panorama pálido del ardiente verano que se nos avecina. Con una campaña electoral que estará marcada por la disputa a cuchilladas entre los candidatos que previsiblemente se moverán entre los grandes medios de comunicación, las investigaciones periodísticas sobre su actuación pasada y los juicios que más de uno tendrá que seguir atendiendo; una economía ya debilitada que se verá golpeada por los efectos de El Niño y la improvisación para atenderla; un gobierno de salida, sin aliados, ad portas del rompan filas y hundido en su improvisación e incapacidad, encabezado por un Presidente que, quizá nunca, terminará de entender porqué aquellos que le dictaron las principales políticas de su gestión, insistirán hasta el último día en liquidarlo.
El escenario, definitivamente no pinta bien, pero aún no es inevitable. A pesar de nuestro escepticismo, como lo señala una columna reciente, aún es posible que aparezca una fuerza política capaz de proponer reformas que se caen de maduras en la opinión pública, romper el interés mediático de la diatriba y la multiplicación de acusaciones, trascender la disputa a cuchilladas que hoy se observa y responder a las necesidades e inseguridades que la calle reclama. Eso supone empezar a hacer política y entender que el esquema populista y fuertemente ideológico en el que la derecha quiere encasillar las elecciones, sólo la beneficia a ésta y a los sectores más conservadores y autoritarios dentro de ella.

desco Opina / 4 de setiembre de 2015
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